Gracias por siempre. Es el primer
aniversario de tantos, brindamos por ser tan felices, cada 9 de diciembre. Aunque
para los hinchas de River, todos los días son 9 de diciembre...
La fiesta
interminable que vivimos en el Monumental nos llena el alma. Es injusto jugar
un partido, por importante que sea, en esta fecha o la víspera, porque es casi
imposible que pongamos nuestras energías en otra cosa. Estamos con la cabeza en
el gol del Oso Pratto (el del Bernabéu, golazo de jugada de equipo, que se suma
al que hizo en la Bombonera, si no recuerdo mal sacando del medio), el
delicioso zurdazo de Juanfer que se les incrustó en el corazón para ser buenos
y después la famosa corrida de todos los tiempos del Pity, inolvidable, que nos
confirmó la felicidad eterna y los terminó de sepultar. Todo lo que pase de ahí
en más es yapa, pero hay que seguir jugando.
La fiesta
interminable que vivimos en el Monumental nos llena el alma. Es injusto jugar
un partido, por importante que sea, en esta fecha o la víspera, porque es casi
imposible que pongamos nuestras energías en otra cosa. Estamos con la cabeza en
el gol del Oso Pratto (el del Bernabéu, golazo de jugada de equipo, que se suma
al que hizo en la Bombonera, si no recuerdo mal sacando del medio), el
delicioso zurdazo de Juanfer que se les incrustó en el corazón para ser buenos
y después la famosa corrida de todos los tiempos del Pity, inolvidable, que nos
confirmó la felicidad eterna y los terminó de sepultar. Todo lo que pase de ahí
en más es yapa, pero hay que seguir jugando.
El fútbol tiene
cosas difíciles de explicar. Por ejemplo, cómo entendés tener que remar un
partido que jugaste 90 por ciento en campo rival, con un control de pelota
absoluto, que hiciste un gol y tuviste dos penales pero te vas 0-1 (a
propósito, qué golazo del gigantón Gaich) y con dos expulsados. Aun así, con
dos jugadores menos, los seguimos metiendo en el área y los salvó el arquero.
Fue un partido increíble, en un torneo que parece que no se nos quiere dar o se
hace el difícil. Viene torcida la mano pero en ocasiones parece demasiado. En
fin, un partido de locos que de ninguna manera debimos perder. Podemos aportar
al análisis que, cuando el rival está todo atrás y ordenado, la forma de
desordenarlo implica arriesgar la pelota en algún momento. El exceso de
asegurar y tocar y tocar para los costados y para atrás, una demostración de
paciencia muchas veces útil, termina esterilizando los ataques, desperdiciamos
los pequeños desequilibrios que se consiguen con mucho esfuerzo y nos deja muy
cerca de la intrascendencia... Cuando el partido se rompió empezamos a llegar
más, incluso en el desorden, en la locura, en arriesgarlo todo.
Volvimos a perder
en casa, cosa que viene ocurriendo bastante seguido, pero nada le podemos
reprochar a un equipo grande, enorme, grandísimo, que busca siempre, que va al
frente, que puede cometer errores y a veces hasta exponerse inocentemente pero
ofrece el corazón y muestra una voluntad que conmueve. Eso es humildad. Eso es
no estar hechos. Eso es querer más. Hoy, Muñeco, muchachos, volvemos a decir
gracias. Un gracias para siempre. Es el primer aniversario de tantos, brindamos
por ser tan felices, cada 9 de diciembre. Aunque para los hinchas de River,
todos los días son 9 de diciembre.
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