HISTORIA

La historia de River Plate
Uno de los más grandes del mundo. La historia del Club Atlético River Plate, sus inicios, su camiseta, sus colores, el impactante Monumental y esa interminable generación de ídolos.
Angel Labruna, Marcelo Gallardo, Enzo Francescoli, Norberto Alonso, Ramón Díaz, Ariel Ortega y Leonardo Ponzio. Cada uno tiene su historia, cada uno es parte de la historia. Y nada más y nada menos que de uno de los clubes más grandes de la Argentina y del mundo: el Club Atlético River Plate, el más ganador de la historia del profesionalismo del fútbol argentino, el que más títulos oficiales organizados por la AFA obtuvo, el primero en consagrarse tricampeón, el que más futbolistas aportó para la Selección Argentina en Mundiales y uno de los grandes animadores de la Superliga. El mismo River que nació tras la fusión de Santa Rosa y La Rosales, dos clubes amateurs, curiosamente del barrio de La Boca, el 25 de mayo de 1901. Y que desde ese mismo día tuvo a Leopoldo Bard como su primer presidente y capitán del equipo. El club que vio brillar a Angelito, el Muñeco, el Príncipe, el Beto, el Pelado, el Burrito y a Leo. Y que es una gran parte del fútbol argentino.

LA CAMISETA

Aunque definir la camiseta del equipo podría haber sido un foco de conflicto al tratarse de la fusión de dos clubes, en River no hubo discusiones: el primer uniforme tenía una camisa blanca. Así salió a la cancha durante sus primeros cuatro años de vida, hasta que en 1905 apareció la banda roja. Y sobre su origen hay dos versiones. La primera, y la más conocida, es que una noche de carnaval, un grupo de dirigentes vio colgar una cinta roja de una carroza llamada a Los Habitantes del Infierno. Y que luego de apropiársela, se la engancharon con alfileres encima de sus camisas, dando origen al conocido diseño Millonario. La otra teoría es que el dibujo fue copiado del signo de San Jorge, que incluye una cruz roja sobre un fondo blanco. Esa cruz, además, es uno de los emblemas de Génova, la ciudad italiana de la que eran originarios varios de los fundadores de River.

LA CANCHA

Con su nacimiento en el barrio de La Boca, es lógico que la primera cancha de River estuviera ubicada detrás de las Carbonerías Wilson, en la Dársena Sur del puerto de Buenos Aires. Sin embargo, no los años lo llevarían a realizar varias mudanzas. En 1906, sin ir más lejos, River es desalojado de esas tierras por orden del Ministerio de Agricultura, cruza el Riachuelo y se instala en Sarandí. Pero ahí tampoco dura mucho: apenas un año más tarde, los directivos consiguen volver al Puerto. Los problemas vuelven en 1913, cuando el club vuelve a ser expulsado del predio que ocupa y comienza a deambular, haciendo varias veces de local en el estadio de Ferro, en de Caballito. En 1915, en tanto, River busca regresar al lugar en el que nació y se afinca en La Boca, en la manzana comprendida por las calles Pinzón, Caboto, Aristóbulo del Valle y Pedro de Mendoza. Y en 1923 se da un movimiento que sería decisivo en la historia: el presidente José Bacigaluppi propone alejarse de la zona para instalarse a los terrenos ubicados en Alvear y Tagle, donde River construye un nuevo y coqueto estadio, que es inaugurado con un amistoso ante Peñarol de Montevideo. Pero sin dudas el cambio trascendental llegaría en 1933, cuando Antonio Vespucio Liberti asumió su primera presidencia y comenzó a soñar con construir el estadio más grande de la Argentina. Y, de paso, conseguir lugar para albergar a los miles de hinchas de River que ya no entraban en los viejos tablones de Alvear y Tagle. Así, el 31 de octubre de 1934 se firmó el boleto de compra de los terrenos de 83.950 metros cuadrados ubicados en Núñez. El 27 de septiembre de 1936 comenzó la construcción del Monumental y el 26 de mayo de 1938, 70.000 personas llenaron el nuevo estadio para su inauguración, con otro amistoso ante Peñarol, que River ganó 3 a 1 con goles de Carlos Peucelle, Bernabé Ferreyra y el Charro Moreno. El 29 de noviembre de 1986, el estadio fue rebautizado con el nombre de su ideólogo: Antonio Vespucio Liberti.gía y para celebrarlo se disputó un amistoso frente al famoso Bayern Múnich que tenía a Franz Beckenbauer como una de sus figuras.

DE LOS MILLONARIOS A LA MAQUINA

Si algo distinguió a River a lo largo de los años es su constante crecimiento. En lo social, sí, pero sobre todo en lo futbolístico. Ya en su debut en Primera División, el 2 de mayo de 1909, con una goleada ante Argentino de Quilmes, el equipo demostró que iba a marcar una época. Sobre todo desde la llegada del profesionalismo, cuando comenzó a sumar título tras título. Y a convertirse en la envidia de muchos otros. Luego de que Boca se coronara en el primer torneo “rentado”, para 1932 River decidió ir por todo. Y para lograrlo contrató a Carlos Peucelle y a Bernabé Ferreyra, dos incorporaciones por las que se ganó el apodo de “Millonarios”. Y la apuesta fue exitosa, ya que ese mismo año terminó consagrándose campeón con un equipazo, ya que a Peucelle y Ferrreyra se les sumaron José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Renato Cesarini y José María Minella. Además, en esos años, la fama del equipo trascendió fútbol puertas afuera de la Argentina. Ese equipo, además, sería la semilla de uno de los más emblemáticos no sólo de River sino también de la historia del fútbol argentino y mundial: La Máquina, llamada así por la inventiva de un periodista y reconocida por practicar un fútbol total. Con un ataque integrado por Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Félix Loustau, aquel River dio espectáculo y se transformó, justamente, en una máquina de ganar títulos. Fueron diez oficiales durante la década del 40. Pero su legado no es posible medirlo en campeonato. Primero con la dirección técnica de Renato Cesarini y luego con la de Carlos Peucelle, el juego del equipo se caracterizaba por el cambio de posiciones en ataque y la posesión de la pelota para desorientar y arrasar con cuanto rival se le pusiera adelante. Además, claro, de marcar una línea de juego con la que aún hoy se identifican los hinchas de River. Y de ser el microclima ideal para que debutaran dos chicos que en muy poco tiempo escribirían su historia: Amadeo Carrizo, Alfredo Di Stéfano y Néstor “Pipo” Rossi. En 1948, con la huelga masiva de futbolistas que se da en la Argentina y el éxodo al fútbol colombiano de muchas figuras, La Máquina se desintegra por completo pero queda en la memoria de todos.

DEL BRILLO AL SUFRIMIENTO Y EL FIN DE LA RACHA

La llegada del uruguayo Walter Gómez, la explosión de Amadeo en el arco y la experiencia y vigencia de Labruna hacen que River se mantenga como gran protagonista durante los 50. Ahí surge La Maquinita, con Santiago Vernazza, Eliseo Prado, Walter Gómez, Labruna y Loustau. De una temporada a otra se producen cambios en el plantel. Néstor Sívori, por ejemplo, deja el club ante una irresistible oferta de la Juventus, donde se convertiría en ídolo. Y también debuta Oscar “Pinino” Más, quien terminaría convirtiéndose en el segundo goleador histórico de la institución. El poderío de River es inmenso. Los títulos se multiplican y así llega el segundo tricampeonato del club. A esa altura, todos coinciden en que River es el Alumni del profesionalismo, por su supremacía. Sin embargo, no todo dura para siempre. En 1959, Labruna juega su último partido en el club y con él parecen irse las alegrías. Durante 18 larguísimos años, River no vuelve a ganar un título. Y en 1966, encima, pierde de manera insólita la final de la Copa Libertadores: luego de ir ganando 2 a 0, cae 4 a 2 ante Peñarol. La mano no parece cambiar con la nueva década. River termina subcampeón en el Metropolitano 70 y en el Nacional 72. Pero el regreso de Labruna, esta vez como director técnico, provoca un aluvión difícil de contener. Con el talento de Norberto Alonso, el fútbol de Juan José López, Pedro González y Pinino, la entrega de Reinaldo “Mostaza” Merlo y la seguridad que le daban desde atrás Roberto Perfumo y Ubaldo Matildo Fillol, River corta la racha más nefasta de su historia quedándose con el Metropolitano y el Nacional de 1975. La casa está otra vez en orden. La mano de Angelito se hacía notar. Y River vuelve a festejar por duplicado en el 79, con la misma base pero el valor agregado de Daniel Passarella como líder de la defensa, Leopoldo Jacinto Luque en el ataque y la colaboración de un jovencito Ramón Díaz.

DEL RIVER DEL BAMBINO AL DE RAMÓN

La llegada de Diego Maradona a Boca conmueve al fútbol argentino a principio de los 80 y River también sacude el mercado con la llegada de Mario Alberto Kempes. Son días en los que el equipo lo dirige Alfredo Di Stéfano, pero se percibe que la renovación es inevitable. Y comienza en 1983, con la llegada de otro uruguayo que quedaría para siempre en el corazón de todos: Enzo Francescoli. Al poco tiempo, Héctor Veira se hace cargo del equipo y comienza otra etapa de gloria. River se queda con el torneo 85/86 y se da un gusto enorme: da la vuelta olímpica en la Bombonera, la tarde de los dos goles del “Beto” Alonso con la pelota naranja. Aunque Enzo se va a Europa, el equipo no pierde su poderío. Y lo demuestra al quedarse con una Copa Libertadores, en la que elimina a Boca, Peñarol, Argentinos Juniors y Barcelona de Guayaquil antes de disputar la final ante el América de Cali. Y no deja dudas: gana en Colombia y en Núñez con Juan Gilberto Funes como máxima figura. Y cierra el año con otro hito: se consagra campeón del Mundo al vencer al Steaua de Bucarest, 1 a 0 con gol de Antonio Alzamendi. Otra vez, River es el equipo argentino que marca el camino, con futbolistas como Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Américo Gallego y Héctor Enrique. Los nombres propios se repiten. César Luis Menotti, Carlos Griguol y Reinaldo Merlo se mezclan en el banco. Pero el nuevo salto de calidad se da con la vuelta de Daniel Passarella, quien arma un equipo repleto de pibes del club, como Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Hernán Crespo y Leonardo Astrada. Ah, y aprovecha otra vuelta: la de Ramón Díaz, quien se trae de Japón toda su experiencia goleadora. Tras la partida del Kaiser, toma la posta el Tolo Gallego, quien disfruta del regreso de Francescoli y suma a Roberto Ayala y Germán Burgos. Una receta que no tiene fisuras. Y que perdura en el tiempo. En 1995, encima, el mismo Ramón Díaz cuelga los botines y se hace cargo del equipo. Y en sólo una temporada logra repetir el sueño de todos: volver a ganar la Copa Libertadores. Otra vez, como en 1986, derrotando en la final al América de Cali. Y con otro equipo que dejaría huella con nombres como Burgos, Hernán Díaz, Celso Ayala, Juan Pablo Sorín y Matías Almeyda, entre otros. Con el envión, River se consagra también en el Apertura 96, el Clausura 97 y el Apertura 97, quedándose con el cuarto tricampeonato de su historia y jugando, más allá de los cambios de nombre, un gran fútbol. Las apariciones de chicos como Pablo Aimar y Javier Saviola le dan nuevos aires y la felicidad parece eterna. River, de hecho, termina el siglo XX como el equipo argentino con más títulos obtenidos y es considerado el Campeón del Siglo. Tras la salida de Ramón, el “Tolo” Gallego vuelve y nada parece detener a River. Gana un nuevo bicampeonato y celebra sus 100 años de vida en otro momento de gloria. Ramón, para locura de los hinchas, vuelve en el 2002 y vuelve a ser una máquina de ganar. Además, aparecen figuras como Andrés D’Alessandro y Fernando Cavenaghi.

LA APARICIÓN DEL MUÑECO

Acostumbrados a festejar, a los hinchas no les entra en la cabeza la situación que viven. Los pésimos manejos de las administraciones de José María Aguilar y Daniel Passarella dejan al club en su peor crisis administrativa y futbolística. Aunque durante esos años hay alegrías, son aisladas. Y el 26 de junio de 2011 sucede lo que nadie cree posible: River desciende por primera vez en su historia. Matías Almeyda decide dejar el fútbol y hacerse cargo de la dirección técnica de sus ya ex compañeros. El operativo retorno está en marcha. Leonardo Ponzio, Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez vuelven desde Europa para dar una mano. David Trezeguet, campeón del Mundo con Francia, también quiere ayudar al equipo del que siempre fue hincha. A pesar de las burlas de afuera, River se une. Y en apenas una temporada vuelve a Primera. La pesadilla se termina. Y lo que viene sólo puede ser mejor. La vuelta de Ramón Díaz llega con dos títulos en una semana. Pero en ese momento, sorpresivamente, el riojano presenta su renuncia. River está en una encrucijada. Sin técnico. Hasta que Enzo Francescoli, en su flamante rol de manager, decide contratar a Marcelo Gallardo, que acaba de hacer sus primeros palotes como entrenador en Nacional de Montevideo. Y ya nada volvería a ser igual. En poco más de medio año, el Muñeco conduce a River a ganar la Copa Sudamericana. Y a darse un gusto enorme: eliminar a Boca en las semifinales, con aquel zurdazo de Leonardo Pisculichi y un equipo que hizo honor al paladar de los hinchas. En 2015 la felicidad sería completa al dar un paso más allá y quedarse con la Libertadores. Otra vez sin dejar dudas. Y otra vez dejando en el camino a Boca. Fue en octavos de final, la famosa serie del gas pimienta, que terminó con River en cuartos de final y el Xeneize expulsado de la competencia. La final ante Tigres de México, con los goles de Lucas Alario, Carlos Sánchez y Ramiro Funes Mori, hizo explotar al Monumental como en sus mejores días. Pero nada se compararía con lo que logró en el 2018. A pesar de convertirse otra vez en un equipo súper ganador, la frutilla del postre se daría en la Libertadores de ese año. Pese a las ventas y a los alejamientos, Gallardo logró rearmar su River. Ya no estaba Marcelo Barovero pero sí Franco Armani. Jonatan Maidana ya no tenía a su lado a Gabriel Mercado, Funes Mori ni Leonel Vangioni pero sí a Gonzalo Montiel, Javier Pinola y Milton Casco. En el medio, Leo Ponzio era el único sobreviviente, ya que Carlos Sánchez, Matías Kranevitter y Tabaré Viudez le habían dejado su lugar a Ignacio Fernández, Gonzalo Martínez y Enzo Pérez. Y Lucas Pratto y Rafael Santos Borré se movían por donde lo habían hecho Lucas Alario y Rodrigo Mora. Todavía estaba fresco el recuerdo de la Supercopa Argentina, unos meses atrás, cuando River le ganó la final a Boca, por 2 a 0, con goles del “Pity” Martínez e Ignacio Scocco, en Mendoza. Aunque el premio más grande llegaría a fin de ese 2018. Tras dejar en el camino a Flamengo, Santa Fe, Emelec, Independiente, Racing y Gremio, River llegó a una nueva final de Libertadores. Pero no una más: LA FINAL. Es que enfrente estaba nada menos que Boca. Y la resolución fue histórica. El partido de ida se disputó en la Bombonera. Y, como todo clásico, se jugó con los dientes apretados. Dos veces estuvo River abajo en el marcador por los goles de Ábila y Benedetto, pero las dos veces se recuperó gracias al olfato de Lucas Pratto y al mal despeje de Carlos Izquierdoz, que convirtió el 2 a 2 final en contra de su propio arco. El 24 de noviembre era la fecha indicada para la revancha, pero el micro que transportaba al plantel de Boca al Monumental fue agredido y la revancha se suspendió. Luego de mil idas y vueltas, finalmente el 9 de diciembre, River y Boca se volvieron a enfrentar. Fue en España, en el Santiago Bernabéu, el estadio del Real Madrid, tras una insólita decisión de la Conmebol. Pero ahí, a más de 10 mil kilómetros de Núñez, River volvió a demostrar que era más equipo que su rival. Ojo, volvió a empezar abajo en el marcador, por una contra definida por Benedetto. El empate de Pratto llevó el encuentro al alargue. Y ahí, llegó la locura: Juan Fernando Quintero marcó el 2 a 1 y Gonzalo Martínez entró en la historia con el 3 a 1. River había ganado la final más importante de la historia.




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