Lucas rompe el silencio: cómo
sobrellevó el karma de la sanción doping, su ansiedad por la vuelta y la
ilusión intacta: "Tengo el sueño de levantar la Copa".
-¿Le podés encontrar algo bueno a lo que te pasó, Lucas?
-Es
difícil ver el lado bueno de algo así, pero te digo que fue el apoyo de mi
familia, del cuerpo técnico y de los dirigentes. Igualmente, el aguante de mis
compañeros en el día a día y el cariño de los hinchas no se comparan con nada.
-¿Ejemplos?
-El
gesto que tuvo el grupo con Camilo y conmigo el día de la final de la Copa
Argentina fue impresionante. Y lo de la gente también fue increíble. Lo que
pasó me acercó bastante: no me lo imaginaba, el afecto que me brindaron no me
lo voy a olvidar.
-Que te muestres abiertamente como hincha de River sumó,
seguramente…
-Es
probable, pero soy así y tal vez la gente se identifica con eso. Soy de River
desde chiquito, me sale naturalmente.
-Y, salta a la vista: trajiste el mate con el escudo de River,
tu celular tiene una foto de tu hijo con la camiseta...
-Ja, sí. No lo disimulo. Para mí es algo
hermoso jugar en el club del que soy hincha. Más allá de todo lo que me pasó
con la suspensión, es un sueño.
-¿Por qué no hablaste antes? Ponzio contó que te frenaron porque
lo que les pasó a Mayada y a vos le había pasado a todo el grupo.
-Tal
cual. En su momento tenía mucha calentura, me daban ganas de aclarar las cosas
por la impotencia de pensar “cómo estoy metido acá sin haber hecho nada”, pero
hoy puedo decir que, sinceramente, agradezco no haber salido a hablar antes.
Entendí que esto va más allá de nosotros. Lo sufrieron todos, como nosotros lo
hubiéramos sufrido si le pasaba a otro.
-¿Te costó entenderlo al principio?
-Sí,
pero era algo del momento: veía necesario salir a decir mi verdad hasta que
entendí que tampoco era fundamental, básicamente porque con lo que dijera no
iba a cambiar nada.
-¿Eras amigo de Mayada antes de lo que les pasó?
-Nos
llevábamos bien, pero no éramos tan apegados. Con esto tuvimos muchas charlas y
nos bancamos mutuamente. Tratábamos de encontrarle una explicación entre los
dos: qué pasó, cómo pudo haber pasado, cuándo. Pero era imposible. Y creo que
nunca vamos a saberlo.
-¿Eso es lo que más duele?
-Totalmente, pero
hay que cerrar ese capítulo y mirar hacia adelante.
-¿Te ayudaron las charlas con Gallardo?
-Al
principio Marcelo me preguntaba qué había pasado y le decía que fuera del club
no tomo medicamentos que estén prohibidos, que por cualquier cosa que tome le
pregunto al médico. Desde un principio me creyó, a mí y a Camilo, porque sabe
cómo somos. Sabía que éramos incapaces de hacer algo así. Para él, todo el
cuerpo y los dirigentes, no voy a tener más que palabras de agradecimiento:
hicieron todo para demostrar que nosotros no habíamos hecho nada.
-¿El positivo de Mayada te hizo pensar que era posible que haya
sido una contaminación?
-Cuando
saltó lo de Camilo pensé que por ahí había alguna esperanza de que la sanción
fuera otra, porque es más factible la contaminación, pero no se dio… ---
-¿Esperabas una sanción menor?
-Sí.
Nos habíamos ido muy contentos con la audiencia en la Conmebol: la defensa que
hicimos fue muy sólida.
-Terminaste contento. Pero, ¿cómo se sintió declarar por algo
por lo que estabas convencido de no haber hecho?
-Y…
Me sentía raro. Pensaba “¿qué hago acá?”. Nos daba mucha impotencia saber que
no habíamos hecho nada y no poder demostrar que era verdad.
-¿Y las cosas que se dijeron? Incluso de personajes públicos:
Chilavert, dirigentes de Guaraní, Ari Paluch en la fiesta de Boca los llamó
faloperos. ¿Lo escuchaste, qué sentías?
-Sí,
lo vi y lo escuché, pero sinceramente no me interesó. Las personas que dicen
esas cosas tal vez no se dan cuenta de que uno atrás tiene una familia. A mí no
me interesaba porque sé lo que soy, sé lo que es Camilo, y sabemos que no
hicimos nada para merecer esta sanción que fue muy injusta… Bah, no sé si
injusta.
-¿Por qué no es injusta?
-Porque
injustas son otras cosas. Un día antes de la final de la Copa Argentina vino
Bruno, un nene de seis años que tiene que estar peleando contra una leucemia
para vivir, y me regaló una cadenita. Ahí te ponés a pensar que la vida pasa
por otro lado, que nosotros estamos haciendo lo que nos gusta y que también
esto es pasajero.
-Después del partido con Lanús te descargaste en las redes.
¿Tenías la ilusión de volver en el Mundial de Clubes?
-Sí,
cuando Lanús hace ese penal… Me pegó muy fuerte. Tenía la ilusión de estar
disponible para un hipotético Mundial. Fue otro golpe duro, pero ya pasó.
-¿A ese partido le encontraste explicación mirándolo como
hincha?
-Y...
Difícil también. Más allá de ser hincha, también lo vivo como jugador. Sé cómo
se preparan esos partidos en el grupo, cómo se viven, por eso dolió tanto. Fue
duro, pero este año vamos a tratar de ganar la Copa. Tengo el sueño de
levantarla y voy a tratar de cumplirlo.
-Bueno, tus compañeros no te regalaron el Mundial de Clubes pero
sí una final con Boca para tu vuelta.
-¡Sí!
Va a estar muy linda esa final, es el primer objetivo que tenemos. Va a ser
bravo, pero vamos a dar pelea. Tengo que prepararme y tratar de ganarme un
lugar para jugarla, sería hermoso.
-¿Fuiste tachando los días?
-¡Sí!
Íbamos a hacer una cartulina con los días para ir tachando con Sandra Rossi
(NdeR: neurocientífica del plantel), je, y al final no la hicimos. Pero iba
viendo siempre el calendario y tenía muy clara la cantidad de días que
faltaban. El último mes sobre todo ya me levantaba y decía “bueno, faltan 29,
28...”. Estaba desesperado contando los días con Camilo.
-Lo más difícil fueron los días de partido. ¿Cómo eran tus
findes?
-Y,
los días de partido costaban… Hubo uno que me pegó más fuerte: el 8 a 0 contra
Wilstermann. Ahí me cayó la ficha y estuve mal dos o tres días. Estaba feliz
por el partido, pero pensar que no era parte de eso dentro de la cancha me
bajoneó mucho. Cuando jugaban afuera y los miraba por la tele también sufría.
Fueron momentos difíciles, que por suerte ya pasaron.
-¿Cómo pasaron?
-Iba
a entrenar pero no podía. No tenía buenos entrenamientos, me afectaba. Yendo en
el auto pensaba miles de cosas, me costaba dormir, seguía maquinándome.
-¿En algún momento pensaste en pedir explicaciones dentro del
club? ¿Que haya sido un error interno?
-No…
Uno en el momento busca miles de explicaciones, pero la realidad es que
estábamos todos metidos adentro: tanto los médicos como nosotros o los
dirigentes. Estábamos en la misma y no nos quedaba otra que pelearla juntos. No
sabemos lo que pasó y obviamente todos vamos a poner las manos en el fuego por
cada uno del grupo. Nadie nos va a querer hacer el mal, entonces en ningún
momento se nos cruzó por la cabeza buscar algún culpable
-¿Cuánto te ayudó hablar con el psicólogo de todo esto?
-Soy
medio introvertido. No me gusta mucho hablar de las cosas malas que me pasan,
me guardo un poco para mí. Trato de no hablar mucho, pero a veces hace bien.
Con el psicólogo lo hice, con mis amigos, cada tanto con chicos del club…
-¿Te quebraste muchas veces?
-Lloré
mucho al principio, por impotencia.
-¿Cómo imaginás el primer partido?
-Pienso
todo el tiempo en salir a la cancha, sobre todo en el momento en el que vuelva
a tocar la pelota. Y después, en el recibimiento de la gente. Ese partido va a
ser especial y va a ir toda mi familia. Ellos también me ayudaron desde Mardel,
todos los días, todo el día: no me dejaron caer.
-En el medio de todo esto fuiste padre: fue el año más intenso
que vas a tener en toda tu vida.
-Sí.
Después de todo esto me convenzo más de que todo pasa por algo: a mí me tocó
enterarme de que iba a ser padre en un momento en el que estaba en Reserva y no
sabía qué iba a hacer... Quizás me tenía que pasar que fuera papá para superar
este tema, eso me ayudó mucho.
-Tenés 21 años. ¿No es demasiado todo lo que te pasó? Maduraste
de golpe.
-Tal
cual. Saber que iba a ser papá me sirvió para enfocarme en seguir este camino y
entender que no sólo tenía la responsabilidad de jugar al fútbol.
-¿En tu vuelta se va a notar la falta de fútbol o no tanto?
-Es
obvio que voy a sentir ansiedad, se me van a pasar mil cosas por la cabeza.
Tendré que disfrutar el momento y ya está. Va a ser casi como empezar de cero,
otro debut. Pero no tengo que pensar que va a ser el primer partido en ocho
meses sino que es la continuidad de mi carrera.
-¿Que no hayan buscado un central como refuerzo te da confianza?
-Si
te ponés a pensar, somos seis centrales que vamos a pelear por un par de
puestos y la competencia es más que sana con Jony, Javi, Lucho, Ale y Gonza,
que últimamente jugó de lateral y muy bien.
-¿Creés que Maidana extrañó a un tipo rápido como vos al lado
para sostener su nivel durante el semestre?
-No
sé, quizás Jony tiene un problema físico que le impedía jugar al 100 en algunos
partidos, pero también tenía a un gran jugador al lado como Javi. Quizá llega
un año en el que ya el físico te pasa factura, no creo que haya sido más que
eso. Obvio que después cada uno puede analizarlo como quiera, decir que con un
jugador rápido al lado juega mejor, pero no creo que haya sido eso. Javi tiene
una gran trayectoria y hubo partidos en los que los dos jugaron muy bien. Es un
problema de desgaste físico; él siempre trató de dar lo mejor. Hay veces que
puede hacerlo y otras, no. Pero lo que más destaco son las ganas de Jony de
seguir entrenando y dejando todo en la cancha: es un jugador que nunca te va a
dejar a pata. A mí me ayudó mucho: jugar al lado suyo en su momento fue muy
importante. Él me ayudó a mí, no yo a él.
-¿La actualización de tu contrato es otro voto de confianza?
-Sí,
obvio. Pero es algo que me gané con el esfuerzo de mi primer semestre, no fue
un mimo de la dirigencia. Me eleva la vara para demostrar por qué confiaron en
mí. Insisto: ahora me tengo que preparar con todo y ganarme un lugar. Lo peor
ya pasó.