El Millonario venció 3-1 a
Independiente y se metió entre los cuatro mejores equipos de la Copa
Libertadores. Aunque sufrió cuando recibió el gol visitante y tuvo que soportar
las caídas sistemáticas de los jugadores del Rojo, jamás renunció a su idea, entendió
cómo lastimar a su rival y aprovechó los espacios para darle dos golpes
letales.
Es imparable. Nada
ni nadie puede detener a este River. Parece invencible. Lleva 31 partidos
oficiales invicto, con 20 triunfos y 11 empates. Esta noche nuevamente dio una
muestra de carácter, reaccionó cuando la incertidumbre podía comenzar a ganar
terreno y derrumbó cualquier tipo de duda con dos goles para vencer 3-1 a este
Independiente cuyos pergaminos eran de respetar. Así el Millonario se clasificó
a las semifinales de la Copa Libertadores y sueña seriamente con la conquista
de América.
River justificó la
victoria en la serie. El propio Ariel Holan lo admitió. Es que fue ampliamente
superior en tres de las cuatro etapas en los 180 minutos. Los goles ausentes en
Avellaneda aparecieron en un lapso de 39 minutos. Y fueron obra de la ambición
que tuvo Marcelo Gallardo desde su propuesta, poniendo tres delanteros
dispuestos a lastimar, como lo hicieron dos de ellos, aunque también generosos
para las funciones tácticas. Además de la elección acertada, el Muñeco fue
exitoso a la hora de introducir los cambios porque tanto Juan Fernando Quintero
como Nicolás De La Cruz resultaron determinantes en el segundo y el tercer
tanto.
La estrategia de
Gallardo salió muy bien. Controló la salida de los laterales visitantes,
condicionó durante toda la noche a Independiente porque fijó a sus defensores y
también tuvo retroceso porque los tres atacantes se turnaron para colaborar con
la marca, incluyendo intercambio de posiciones. Si bien la supremacía de la
etapa inicial fue notoria -amén del penal que Javier Pinola le cometió a Martín
Benítez-, con una tarea destacada de Ignacio Fernández en el costado derecho,
faltó mayor repentización en el área de enfrente para no permitir que el fondo
visitante se acomodara.
Sin embargo, cuando
apenas iba un minuto del complemento, hubo dos acciones bisagra: el ingresado
Emmanuel Gigliotti fue bloqueado al rematar, mientras que la réplica llegó con
una asistencia de Rafael Borré a Ignacio Scocco para abrir la cuenta. La
respuesta del Rojo fue con una chance clara y el gol del 1-1 tras un derechazo
de Gigliotti que ocasionó el rebote de Franco Armani y el tiro de Silvio
Romero.
Lejos de caerse
anímicamente ni de poner en duda su idea, River sostuvo la intensidad de
siempre, la agresividad para pelear por cada balón y la paciencia indispensable
a la hora de soportar la curiosa tendencia de los jugadores de Independiente
para caerse. Tendencia que mágicamente desapareció cuando Quintero le sacó
rédito a un rebote para sacar un zurdazo inatajable y señalar el 2-1.
Con la cuota
necesaria de fútbol para arrimarse de una manera u otra al arco rival y la
valentía para asumir riesgos cuando la amenaza de recibir otro gol a través de
un contragolpe era latente, River demostró grandeza porque sus futbolistas
pensaron más en estirar la diferencia que inspeccionar el césped desde cerca.
No traicionó su historia. Borré, la figura excluyente, anotó un golazo después
de ser abastecido por De La Cruz. El Millonario siempre ocupó mejor los
espacios tanto para la primera como la segunda pelota. Fue contundente en el
momento de mayor exigencia, supo defender su ventaja y obtuvo la clasificación
a las semifinales de la Copa Libertadores.
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