Luego de ganarle a Boca y quedarse
con la Supercopa, el Millo prolongó los festejos en la Superliga.
Del éxtasis al
desencanto. De una sensación amarga que aflora en el Monumental a la explosión
de felicidad. De esa fiesta con fuegos artificiales y Supercopa en mano a un
empate inesperado. De maldecir por esa piedra celeste en el zapato que es
Belgrano a dos goles de Ignacio Scocco -uno de ellos polémico- que le devuelven
el alma al cuerpo. River viaja de un extremo a otro. Pero termina la mejor
semana del año. Justo cuando se generaba una montaña de dudas antes del
Superclásico, llegó el gol en contra de Patronato. Y el triunfo en Mendoza ante
Boca y la estrella 63. Y esta victoria ante los cordobeses. Tres seguidas, casi
un reflejo de los dorados tiempos del Muñeco.
Fue un cambio clave
el ingreso de Scocco. Y aunque el partido pedía la salida de Lucas Pratto,
sacrificado pero impreciso y poco contundente en relación a los millones
invertidos por su pase, Marcelo Gallardo sacó a Rodrigo Mora. Y el Nacho
goleador pegó los dos gritos necesarios en el momento en el que había crecido
Belgrano. ¿Qué hubiera pasado si Diego Abal cobraba infracción del santafesino
sobre Marcelo Benítez en la jugada que terminó en el 2 a 1? La pregunta nunca
tendrá respuesta. La única certeza es que River dormirá tranquilo en la fecha
FIFA, con las esperanzas renovadas.
Con el impulso de
la celebración previa al partido, del "dale campeón" y "es
para vos, bostero..." salió a jugar River un duelo siempre espinoso
contra Belgrano. Por el pasado fundamentalmente, existe una indisimulable pica con
el equipo cordobés, que en el primer tiempo estuvo lejos de complicarle la
vida. Por el contrario, como si se tratara de una ofrenda, se sumó a los
festejos con un obsequio. Apretado contra el lateral, Erik Godoy eligió
despejar de zurda y hacia adentro. Pity Martínez recuperó la pelota, avanzó
unos metros, enganchó y le rompió el arco a Lucas Acosta.
A contramano de las
dificultades que se le habían presentado desde la reanudación de la Superliga,
River se encontró rápidamente en ventaja. Se sacó el peso del resultado de
encima y fue por más. Con un mediocampo que tuvo la pelota, que la hizo
circular con criterio desde los pies de Leo Ponzio hasta Pratto. Activo, pero
irregular Enzo Pérez, conectaron bien Pity y Nacho Fernández, fue movedizo
Rodrigo Mora y estuvieron punzantes los laterales, especialmente Marcelo
Saracchi. Todas resultaron señales de un equipo energizado por la victoria del
miércoles al que le quedó demasiado corto el marcador.
Sí, mereció un gol
más River en esa primera etapa. Estuvo cerca de lograrlo en ese tiro libre de Nacho
Fernández que se perdió a centímetros del travesaño. O en ese disparo cruzado
de Pratto que tapó Acosta, redimiéndose de un error en la salida. O en esa
jugada bárbara que armaron Pity y Mora y que Nacho definió mal, solo de frente
al arco.
Y con esa tónica
arrancó el complemento. Pero Belgrano evolucionó. Pablo Lavallén sacó a
Fabricio, metió a Jonás Aguirre, modificó el 4-4-2 por un 4-2-3-1 más picante y
buscó lastimar por izquierda, a espaldas de Nacho, de frente a Mayada. Y por
ahí se filtró Benítez, que sacó un zapatazo. Armani dio un rebote inadmisible y
Epifanio García la empujó al empate. El héroe de Mendoza falló en casa y los
fantasmas del pasado sobrevolaron Udaondo y Figueroa Alcorta.
Belgrano se
envalentonó. Ortiz asustó con un tiro de media distancia y Armani se recompuso
ante Suárez. Gallardo movió el banco. Apostó al colombiano Quintero para
recuperar el volumen de juego del primer tiempo. Pero fue Scocco el hombre
clave. El que revivió a River con sus dos goles. El que le dio continuidad a
esa fiesta Monumental que comenzó al pie de la Cordillera.