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Un tsunami llamado River

Un tsunami llamado River


El Millo dio una lección táctica y estratégica con la que desnudó las falencias de un Boca que si no cambia...
El Boca que conocimos hasta aquí ha dejado de existir. Deberá reinventarse o perecer, para quedar en la historia como el puntero que perdió el campeonato contra sí mismo. Porque esos tres puntos que lleva de ventaja es apenas una ilusión matemática. Al equipo de los Mellizos le pasó un tsunami por encima que lo dejó desnudo, que expuso de una manera descarnada sus errores estructurales, que descubrió la inexplicable carencia, no ya de jerarquía, sino de los fundamentos elementales de algunos de sus futbolistas para jugar este deporte a este nivel.
Ese tsunami se llamó River.
El equipo de Gallardo le dio a Boca una lección táctica, estratégica y de ejecución. Y lo que en tantos partidos fue el Talón de Aquiles de su defensa, ayer la dupla Peruzzi-Vergini fue directamente su Waterloo. La jugada maestra del Muñeco fue poner un triángulo sobre ese sector. Driussi casi siempre sobre Vergini, Pity Martínez mano a mano contra la espalda del lateral y Rojas flotando en esa hectárea sin cubrir que había al costado de Pablo Pérez. River llegó varias veces por ahí, pero fueron los tremendos errores individuales los que hicieron implosión. Peruzzi en el primer gol, cuando marcó pelota y no hombre; Vergini en el segundo, cuando en lugar de mandar la pelota al Riachuelo se la dejó en le pecho a Martínez. No fueron los únicos: la actuación del primer central roza el ridículo, pero deriva también de una vieja falencia que el cuerpo técnico nunca se solucionó. El ingreso tardío de Barrios deja en offside a más de uno...
Boca perdió la línea ofensiva con la lesión de Centurión y después del segundo de River estaba para la goleada. Sobrevivió porque el contraataque del Millo perdió rigor y porque ese gol de tiro libre de Gago recompuso a Boca de las cenizas. El 1-2 fue un milagro futbolístico.
Boca acomodó un poco los tornillos sueltos cuando entró el colombiano Wilmar. Coincidió con una evidente baja física de River, y con la salida del Pity y de Alario el peligro latente de cada contra se desinfló. Boca coqueteó con el empate por la inercia del deseo y no por un plan de ataque preconcebido y ejecutado. Era meter un gol como se pudiera. Pudo ser en el cabezazo de Benedetto, solito y en el área chica, en los dos cierres de Martínez Cuarta en la línea, en la doble salvada de Batalla. Era acertar una contra y llegó, por otro tiro en el pie que se dio Boca, esta vez de Gago.
Guillermo deberá edificar sobre la tierra arrasada: otro lateral, otro central, sin Centurión, sin Bentancur, con Barrios adentro. Con el agua al cuello, porque el tsunami amenaza con nuevas olas...

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