River pisó fuerte en La Boca
Con una gran actuación, River superó
3-1 a Boca en el Superclásico y se puso a cuatro puntos, teniendo un partido
pendiente. Gallardo acertó una vez más en el planteo, mientras que el Pity
Martínez y Driussi la rompieron.
Acá tenés los 45
minutos. Elegí cuáles preferís, ¿los del primer tiempo con baile o los de la
segunda parte para liquidarlo? Acá tenés al Más Grande, al campeón más poderoso
de la historia, al equipo que otra vez quiere conquistar América. River, un
gigante que está de pie y gana donde sea, es protagonista en cualquier cancha e
incluso en La Bombonera, donde le ganó a once rivales, un árbitro con
inclinaciones localistas y a quienes avalaron un cobarde ataque hace justo dos
años, utilizando gas pimienta, reclamando un segundo tiempo que, por lo visto
otro 14 de mayo, hubiera tenido el golpe de nocaut en favor del conjunto que
dirige Marcelo Gallardo.
River ganó bien,
fue muy superior cuando se propuso sacar la ventaja, así como supo defenderse
en los momentos difíciles hasta rematar a su rival mediante un contragolpe
letal. Este River es un equipazo, con todas las letras. Sabe manejar la
pelota con criterio, lastima en los metros finales y es agresivo en la
recuperación, insoportable, generoso tanto en el circuito como a la hora de
quitarle la pelota al local. No hay otro sentimiento que el de orgullo y plena
identificación por la mentalidad ganadora sin importar la cancha ni la
circunstancias.
El Millonario jugó
un primer tiempo de lujo al punto que podría haberse ido al descanso con una
goleada. Fue enorme la diferencia futbolística y actitudinal. Tras un comienzo
extraño, por el esguince de rodilla que sufrió Milton Casco -Camilo
Mayada entró para ocupar la banda izquierda- y las chances claras
desperdiciadas por ambos equipos, llegó la apertura del marcador gracias a una
buena jugada colectiva. River atacó, Boca rechazó, Leonardo Ponzio capturó el
despeje, buscó a Jorge Moreira y el paraguayo la abrió para que Sebastián
Driussi enviara el centro que Gonzalo Martínez definió de manera brillante.
Golazo.
Lejos de bajar la
marcha, dosificar esfuerzos y apostar al contragolpe, recurso que hubiera sido
válido por la obligación del dueño de casa, River siguió controlando el
desarrollo porque le dio sentido a cada pase, entendió qué espacios usar para
profundizar cada avance. Fue un equipo corto, voraz en todas las fases del
juego, concentrado al máximo. El medio campo cumplió diferentes misiones de
forma eficaz. Y semejante superioridad sobre el puntero sirvió para estirar la
diferencia a los 23 minutos, cuando un contragolpe veloz fue rechazado y el
Pity, la gran figura del encuentro, leyó la segunda jugada para asistir a Lucas
Alario, cuyo zurdazo vulneró la resistencia de Agustín Rossi.
Dos goles arriba,
el 4-4-2 de Marcelo Gallardo mezcló momentos de dominio con la apuesta al
contraataque. Estuvo muy cerca del tercero en cada réplica, aunque a esa altura
cuidó bien cada zona, supo recortarle espacios a Boca y se perfilaba para la
goleada de un momento para otro. Lamentablemente, surgieron problemas que
torcieron el rumbo: los fallos localistas de Patricio Loustau, que permitió
ejecutar un tiro libre rival cuando ya había pasado el tiempo descontado, y un
error grave de Augusto Batalla, debido a que se equivocó en el cálculo al
saltar en la ejecución de Fernando Gago.
¿Qué pasó en ma
segunda parte? El panorama cambió. River contó con posibilidades para
nuevamente sacar dos tantos, aunque también sufrió más de la cuenta. Martínez,
el mejor al desequilibrar siempre por el costado izquierdo -enorme decisión
táctica del Muñeco por las bandas, una prueba de ello es que el Pity e
Ignacio Fernández asistieron a sus compañeros por esa vía-, salió lesionado.
Rodrigo Mora lo reemplazó: el 4-3-3 quedó como dibujo en lugar del 4-4-2.
Batalla no dio seguridad, pero le negó el empate a Boca, contando también con
la gran ayuda de Jonatan Maidana y Lucas Martínez Quarta, fundamentales en cada
despeje.
Sin lucidez en
varios tramos del complemento -incluso con un Alario cansado por el desgaste
físico-, producto de la desesperación por alejar el riesgo y contragolpear,
River no pudo tener la pelota con continuidad. Siempre fue intenso. Pese a
ello, pasó muchos sobresaltos hasta que un quite de Nacho en el medio rompió
todo porque abasteció a Driussi, que a diferencia de otro mano a mano previo de
Carlos Auzqui, liquidó la historia para el inolvidable 3-1. Un triunfo
soñado del Más Grande, histórico en plena Bombonera. Y ahora sí, preparate,
che, bostero, que ya llega River Plate para arrebatarte el título. ¡Vamos,
Millonario!
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