Potenciando al plantel
El Muñeco dispuso ejercicios de
precisión y definición en ataque con dos grupos de nueve jugadores cada uno.
Dio varias indicaciones para que sus dirigidos entendieran diferentes
conceptos.
La cancha número 1
del predio de Ezeiza sirvió como laboratorio de ensayo para diversos
movimientos técnico-tácticos. Marcelo Gallardo estuvo muy atento a cada acción
de los futbolistas para inculcar ideas e insistir en busca del
perfeccionamiento.
A tres años y dos
días de su asunción, el Muñeco demuestra la misma pasión para potenciar a sus
dirigidos. Durante la práctica de esta mañana, el entrenador dispuso dos
ejercicios destinados a la precisión y definición, basados en distintos
movimientos para que el funcionamiento tuviera éxito.
El primer conjunto
estuvo integrado por Lucas Martínez Quarta, Ariel Rojas, Camilo Mayada, Carlos
Auzqui, Nicolás Domingo, Joaquín Arzura, Tomás Andrade, Luis Olivera y Gonzalo
Montiel. Todos ellos cumplieron los roles asignados en las fases que consistían
en el circuito de pases y la definición como último paso.
¿Los integrantes
del otro grupo? Gonzalo Martínez, Leonardo Ponzio, Milton Casco, Marcelo
Larrondo, Arturo Mina, Luciano Lollo, Exequiel Palacios, Zacarías Morán Correa
e Iván Rossi. Tras realizar algunas tareas en el espacio de campo que hay entre
las cuatro canchas, entraron en reemplazo del conjunto inicial.
En ambos casos, no
hubo una disposición táctica ni nada parecido. El primer ejercicio consistió en
nueve pases -la mayoría, a un toque-, partiendo de una descarga, hasta el
remate. Sin oposición real, Gallardo y sus colaboradores pusieron una suerte de
seis maniquíes metálicos como obstáculos que sirvieron para tener referencias.
¿Qué pidió el DT?
"Tiene que ser más rápido el pase", le exigió a un volante de marca.
"Ésa es pelota perdida", le llamó la atención a Auzqui. "Fuerte
el pase", "no es lo mismo que sea gol o no", reclamó con
énfasis, dejando en claro que no sólo había que cada jugador debía cumplir un
orden, sino también ser contundente.
La misión de los
jugadores fue realizar pases tan precisos como veloces al ras para concluir en
una entrega filtrada entre dos figuras que hicieron las veces de marcadores
centrales. Una vez logrado con eficiencia el mecanismo, la resolución era
frente a un arquero, teniendo a Augusto Batalla y Maximiliano Velazco en la
función.
Tras repetir en
decenas de ocasiones el mismo orden, rotando de intérpretes, el siguiente
trabajo tuvo cuatro pases, uno de ellos de primera y con la cara interna del
pie, apuntando a una comba para que el balón superara a los maniquíes metálicos
y el encargado del toque final pateara al arco.
Compenetrado a
fondo para que nadie se relajara ni perdiera la concentración, Marcelo habló
bastante, dio indicaciones muy puntuales. A Ponzio, bien abierto por derecha en
uno de los movimientos enfocados al pase punzante, por ejemplo, le solicitó:
"Dale, Leo, no te quedes parado, vení al encuentro, así desviás". ¿La
idea? Arrastrar una eventual marca, desconcertar a los rivales. Así estuvo
Napoleón, metido en cada detalle.
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