Brad
Pity
Martínez cambió su cara y la de
River: decisivo como nunca desde su llegada, participó en 9 de los 10 goles que
hizo el equipo.
Ya tenía la diez en
la espalda, pero ahora la lleva en la cabeza. Ya no es un adorno pesado, ya no
es una razón más para que bajen algunos murmullos que evidentemente todavía no
perdona. Y Gonzalo Martínez, en realidad, está justificando esos cuchicheos que
bajaban de las plateas del Monumental. ¿Cómo? Sí: el reproche de algunos
hinchas en todo caso tenía que ver con la expectativa de pensar que el Pity era
este jugador, el de ahora, el que la rompió en los últimos tres partidos, y no
aquel que corría mucho más rápido que la pelota y terminaba resolviendo con
cierta impericia, por decirlo de un modo amable. La gente esperaba esta versión
superadora, a este hombrecillo que hoy es imparable y eléctrico en el mano a
mano pero que decide muchísimo mejor, con más serenidad que antes (o con
serenidad, directamente), que asiste, que llega al gol, que está mucho más fino
en las pelotas paradas, que tira algún que otro chiche. El Pity levantó con el
juego de River, o el juego de River levantó con el Pity. Tanto que de los diez
goles que marcó el equipo en el año, el mendocino participó activamente en
nueve (anotó dos veces, dio cuatro asistencias directas, y en otros tres tantos
intervino en el pase previo al pase-gol). Tremendo. “Vengo de racha”, contó a
la pasada después de otro partido en el que fue la figura del equipo del
tiki-pity. ¿Por qué ahora sí y antes no? Se alinearon muchos planetas. Por un
lado, el funcionamiento del equipo se adaptó a él: el ingreso de Rojas liberó a
Fernández y Nacho potenció a Martínez de la mitad hacia adelante; la nueva
posición en la que lo ubicó Gallardo le calzó justo: arrancando desde la
derecha termina por el centro con el perfil ideal para el remate directo o bien
desborda a pierna cambiada para finalizar tirando el centro; la confianza que
le da Gallardo, pero especialmente la que le dio el grupo últimamente: en el
viaje a Medellín por la Libertadores, a partir de un ejercicio de Sandra Rossi,
los referentes del equipo, Ponzio y Maidana, lo reconocieron delante de todos,
le pidieron disculpas por tomarlo de punto cuando las cosas no salían e incluso
de putearlo cuando perdía la pelota. Todo eso junto. Todo eso le suma.
“Estoy agarrando
confianza, cada día más, afianzándome en el juego del equipo y en lo que me
pide el técnico”, resume él, que tal vez ni siquiera analice demasiado por qué
empezó a ser el Pity que todos quieren. No hace falta que lo haga: que siga
así.
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